04 junio 2007

Don Clotario Blest, el relegado...


Los relegados no sólo fueron personajes en algunos pueblos pequeños y lejanos durante la dictadura. También los hubo antes, y en democracia. Molina, mi pueblo, recibió a uno de los más connotados, don Clotario Blest Riffo, el fundador de la Central Única de Trabajadores de Chile, CUTCH, hoy sólo CUT.
Durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, Clotario Blest desde su cargo de dirigente de los funcionarios del Estado, organizó exitosos paros y huelgas para demandar, en general, un mejor trato. Prácticamente paralizaba el país y de paso ocasionaba la ira del mandatario, el cual sentìa por él gran estima.
Don Clotario, un hombre de edad, de encanecida cabellera, terminaba habitualmente preso. Después del paro del 9 de enero de 1956, que fue una derrota parcial de los trabajadores, Blest fue otra vez encarcelado y esta vez relegado a Molina.


Belcebú en persona.

Los castigadores deben haber considerado: ese pueblo está a doscientos kilómetros de Santiago. Se puede llegar casi exclusivamente en tren, pese a que recién se había instalado Vía Sur, una línea de buses, la gente prefería el ferrocarril. Aparte de eso, Molina era una localidad muy quitada de bulla.
Recuerdo a don Clotario de paseo por el costado poniente de la plaza. Enfundado en un chaquetón negro de Castilla tocado con su característico jockey. Solitario. Ocurría que los diarios y la radio lo habían demonizado. Peor que eso, “comunistizado”.
La burguesía pueblerina debe haber pensado, nos mandaron a Belcebú en persona. Eso parece que se transmitió, incluso nosotros, adolescentes, recelábamos del personaje.

La pensión “San Carlos”.

Al primero que vi en animado diálogo con don Clotario fue al padre José Luis López. Valiente conducta que no tuvieron muchos de los vecinos. Nunca supe de qué hablaban. Don Clotario era un católico ferviente. Ustedes ni se imaginan la cara de la feligresía aquel domingo en que ingresó a la misa de 11 y más encima comulgó. ¿Cómo era posible, Jesús, María y José?.
Don Clotario residía en la “Pensión San Carlos”, en Calle Quilo. Sus anfitriones, don Carlos Candia y su esposa, la señora Anita. La especialidad de la casa, pichones de paloma con ñoquis. Plato de obispo, a juicio de mi padre. Había que hacer reservas durante época de pichones.

El policía a cargo.

La "estrecha vigilancia del peligroso personaje" estaba a cargo de Investigaciones. El cuartel situábase frente a la plaza, colindante con la Parroquia. Su jefe, don Manuel Alfaro. Tan buena persona como don Clotario, lo caracterizaban sus ojos azules, el bigote rubio, la permanente sonrisa y una boquilla muy de moda para la época. Lucía un vestón de cotelé, revólver a la cintura y ,como todo detective, un sombrero. El suyo un calañés verdoso adornado con una breve pluma. Conducía por nuestras calles un precioso automóvil que hoy perfectamente pudiera competir en esos rallyes de autos antiguos escenificados en muchos lugares del país.
Un hijo del ex Comisario Alfaro que reside en Santiago, me escribió el año pasado. Milagro de Internet, encontró mi blog. Residió en Molina cuando niño y quiere al pueblo tanto como todos nosotros.


Con el overol puesto

Don Clotario cumplió con su relegación. Retornó a la capital. Hasta el último día de vida dio ejemplo de magnífica consecuencia. Vivió largos años con su overol azul de mezclilla puesto, en permanente vigilia y con los puños apretados durante tiempos tenebrosos que jamás soñó que ocurrirían en Chile.
Murió pobre pero no en el olvido. Pidió ser enterrado con el hábito café del pobrecito de Asís. Hoy debe estar relegado en el cielo. Qué así sea...


Escrito por Hugo Olea en mayo de 2007

1 comentario:

Unknown dijo...

Hermosa crónica. Mi padre también trató muchas veces con él cuando iba la oficina de Correos cercana al lugar donde él vivía; interesante la interpretación que hace el autor acerca de la "post-verdad" que se inventó sobre su figura y el gesto de cercanía de un cura como el P. José Luis López.