18 septiembre 2005

La escopeta del Gato...(a propósito de Irak)


La única y última vez que estuve en medio de una guerra fue hace muchos años en la Quinta de don Rigoberto Reveco, allá en mi pueblo. Integré un batallón de rapaces irresponsables que combatió a otro de iguales características a lo que es peñascazo. Las ejercí de francotirador, amparado en que entré en batalla armado con una honda con la que pude –por fortuna no ocurrió- haberle sacado un ojo a más de alguien del bando contrario. De todos modos hubo cabezas rotas, entre ellas, recuerdo, la de Carlos Martin, un niño, que ya hombre, llegaría a ser una autoridad en el instituto internacional de la papa, en Perú. Debe lucir todavía la cicatriz. Yo me libré enjabonado
Aquella memorable guerra finalizó a los diez minutos de ser abiertas las hostilidades. El “Gato” Oyarzún informado, por la inteligencia (...), que su “ejército” era largamente sobrepasado por los camotazos lanzados por el enemigo, ni corto ni perezoso partió veloz para su casa y regresó al campo de Marte apuntando la escopeta zorzalera de su padre, y en medio de lisa la disparó al aire. El estampido tuvo un efecto milagroso. Todos los soldados, sin excepción, arrancamos patitas para que te quiero a refugiarnos en nuestras casas y dedicarnos, como si nada, a escuchar la radio del pueblo, que a esa hora transmitía tangos, y a estudiar..., cosa que, por supuesto, dejó de una pieza a nuestros mayores, incluida la Aurelia, nuestra nana, que preguntaba a mi madre ¿qué les pasará a los niños, señora?...
En esta hora ¡qué falta hace una escopeta como la del “gato” Oyarzún que con su estampido sea capaz de parar la guerra!.
Cuánto me gustaría que alguien tuviera una parecida y la disparara también al aire para que norteamericanos-ingleses- españoles- iraquíes, y todos los beligerantes, regresaran, como nosotros, patitas para que te quiero, derechito a sus casas. Los yanquis a consumir palomitas de maíz, mirar un partido de la NBA y a olvidarse del petróleo. Los ingleses a tomar el té de las cinco. Los españoles a engullir un plato de callos a la madrileña. Los iraquíes a organizarse para dar ellos mismos una patada en el trasero a ese tan diabólico Sadam y soñar con un tiempo nuevo que permita que el 63 por ciento de la población que no sabe leer ni escribir aprenda a hacerlo; que el 71 por ciento que no tiene agua potable la pueda beber a raudales y que el 88 por ciento de los niños menores de ocho años, desnutridos y asolados por las diarreas, se pongan sanitos y sonrían felices como Clemente, mi nieto. Los civiles, que han comenzado a huir de las bombas, vuelvan de inmediato a la calidez de sus pobres hogares. La Organización de las Naciones Unidas recupere su autoridad y consiga el respeto y acatamiento de sus dictados, que nadie se la salte asi nomás. En definitiva, que el estruendo de esa escopeta que hoy hace tanta falta provoque un efecto mayor ¡ haga estallar la paz!. Que así sea.

Publicado en el diario, Crónica de Concepción, 2002. En la fotografía Angelo Ferretti y Marco. Fue restaurada por Guillermo Vergara, de Molina, que alguna vez me escribió respecto del blog.

Esto me expresó:

Hola don Hugo.
Lo felicito por su blog, es realmente interesante y entretenido leer las historias y anécdotas que relata.
En un momento de ocio, arregle algo esta foto. Espero le agrade el resultado.
Saludos.
Guillermo Vergara M.
Molina.


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